Según diversos investigadores interactúan entre el hipocampo y la corteza pre frontal, clave en el proceso cognitivo ya que desempeña un papel muy importante para la toma de decisiones sobre todo en el lóbulo pre frontal derecho ya que son claves para aprender a tomar decisiones. Ya que el hipocampo se active en este tipo de procesos cognitivos encargándose de archivar la información inmediata y ésta es muy importante a la hora de evaluar una situación.
Hay que tener en cuenta, que "cuando uno toma una decisión, integra todo lo aprendido en la memoria tanto de largo como de corto plazo, que está repartida por distintas áreas del cerebro. De ahí, la complejidad del proceso".
Han experimentado que la actividad cerebral de las personas mientras decide qué hacer antes situaciones al límite. La mayoría decide con rapidez, existen técnicas de neuroimagen donde detectan una activación intensa en zonas del hemisferio derecho que procesan las emociones que subyacen a la toma de decisiones que afectan a los demás.
Aparecen en ambos experimentos los dos tipos de inteligencia mediante los que el ser humano conoce: la cognitiva y la emocional, cada una con mayor actividad en áreas de uno de los hemisferios del cerebro. El frontal izquierdo procesa de forma más analítica, sistemática, impersonal y lenta. Por ejemplo, una reflexión, aunque sea breve, nos mueve o no a una ayuda solidaria a víctimas desconocidas de catástrofes en países lejanos. El hemisferio derecho es más intuitivo, global, personal y rápido. Por ejemplo, nos sentimos urgidos ipso facto a socorrer a alguien en grave peligro. Salvo patologías, ambos sistemas están conectados y actúan armónicamente. Estos análisis permiten entender mejor que el juicio moral que decide no causar un daño directo a una persona entraña un fuerte componente emocional. Gracias a la dopamina, hormona de la felicidad, la emoción innata de rechazo a dañar, o de agrado por socorrer, se convierte en compasión en el motor de los sentimientos del cerebro. La persona conoce así aquello que es bueno o malo en sí mismo. "Los animales nunca se equivocan acerca de lo que le s conviene o no: su instinto sólo les permite acertar". Estas evidencias científicas muestran que la aversión natural del ser humano a dañar -expresada con el principio universal de no hagas a otros lo que no querrías que te hicieran a ti- aflora desde dos sistemas cerebrales íntimamente conectados: uno emocional y otro cognitivo. La faceta racional, más lenta, ayuda cuando no basta el atajo natural inmediato de los sentimientos, sino que hay que deliberar y calcular.
Si hay contradicción entre ambos componentes de la racionalidad humana, ¿cómo se impone el sistema analítico? Los códigos de conducta aportan una escala jerárquica de los valores que se consideran relevantes para calificar algo como bueno o malo. No están biológicamente determinados, y por ello difieren en aspectos normativos de unas culturas a otras. Como regulaciones sociales, humanizan cuando lo legal y lo ético convergen para premiar lo bueno (ayudar, curar) y penalizar lo malo (matar, no prestar asistencia en un accidente). Por otro lado, cuando se evaluaba la actividad cerebral a través de una técnica de neuroimagen (tomografía por emisión de positrones o PET), determinando así qué zonas funcionales experimentaban incremento de actividad. Además, se valoró si la estimación atmosférica realizada por los participantes era correcta o no.
Finalmente, se concluyó que en las decisiones acertadas, el hipocampo mostraba mayor actividad. La acción de esta parte del cerebro permite tomar decisiones importantes sobre lo que se debe hacer en diferentes circunstancias.
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